Ahora que están entrando los niños
a clases y hablas con padres jóvenes, te encuentras varias posturas. Unos
están felices porque te dicen que ya no aguantan a los niños en casa y no
saben qué hacer con ellos. Otros están tristes porque los extrañarán o porque
empezará el trajín de llevarlos y traerlos. Algunos se encuentran indecisos,
o contentos y tristes al mismo tiempo.
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Reconozco que es cierto, estás más
desvelado que en tu mejor época de fiestas, en situación de dependencia casi
absoluta con ellos, o bien, entre vómitos y pañales, pleitos fraternales o
titulándote de taxista, profesor, doctor, abogado, administrador, chef,
afanador, etcétera.
A pesar del gran amor que les
tienes añoras por momentos, más o menos frecuentes, aquellos días de soltería
o de estar recién casado sin hijos. En aquellos días, el número de
responsabilidades era infinitamente menor e inversamente proporcional a la
cantidad de dinero, diversión y tiempo libre para dedicar a ti y a tu pareja,
así que tras el drástico cambio de vida es normal que lo extrañes.
Paradójicamente tras sentirte
abatido y que quisieras volver al pasado, cuando te sonríen esos pequeños,
escuchas sus carcajadas, te llenan de besos y abrazos, pronuncian mal una
palabra haciéndote reír, te dicen mamá/papá y además guapa/guapo, sufres una
pérdida de memoria que te hace agradecer cada instante y ser capaz de seguir
caminando con la cabeza en alto y con una sonrisa en la cara y en el alma.
Sin embargo, no deja de sorprender
que cuando no los tienes, sueñas con tenerlos y cuando los tienes, te quejas;
cuando están cerca los quisieras lejos (al menos por un cuarto de hora) y
cuando están lejos los quisieras cerca; más aún, cuando les toca ser
dependientes los quieres independientes y cuando les toca ser independientes,
quisieras tenerlos a tu lado.
Ante tantas paradojas, tal vez no
es mala idea empezar a hacer caso de aquella frase que dice que“ni el pasado
ni el futuro existen, el único que existe es el presente y como su nombre lo
indica es un regalo que hay que disfrutar”.
Por tanto, disfrutemos a nuestros hijos y cada etapa de su desarrollo,
para que en el futuro, cuando miremos hacia atrás, lo hagamos llenos de
satisfacción, de alegría y de bellos recuerdos; y no, sin recuerdos por no
haber estado con ellos y con lágrimas de arrepentimiento por no haberlos
aprovechado.
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viernes, 31 de agosto de 2012
Disfrutar a los hijos
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